¿QUIÉN PAGARÁ EL PATO? - Solo Show 2019, Madrid. Galeria Herrero de Tejada.
¿Quién pagará el pato?
«Nuestra época prefiere sin duda la imagen a la cosa, la copia al original, la representación a la realidad, la apariencia al ser…. Para ella, lo único sagrado es la ilusión, mientras que lo profano es la verdad. Es más, lo sagrado se agranda a sus ojos a medida que disminuye la verdad y aumenta la ilusión, hasta el punto de que el colmo de la ilusión es para ella el colmo de lo sagrado.»
Feuerbach
Este proyecto trata de cómo se asimila y se consume la imagen y la pintura. Es una obra que cuestiona su propia representación.
El objeto que he utilizado como hilo conductor del proyecto es un patito de goma, este elemento es el que marca el compás de la exposición, planteando un reto formal sobre la elasticidad de la imagen y la representación. Se trata de un proyecto que, además de plantear una investigación formal, esconde una visión irónica de la sociedad y el arte.
Conceptualización
La intención de desarrollar un proyecto a partir de un elemento banal como es un patito de goma, refleja con un tono de humor una exaltación de lo intrascendente, que plantea la contrapartida sobre la visión clásica de la pintura como un hecho que dignifica al retratado, de hecho, toda esta serie sobre el pato son en realidad retratos de esta figura. Esto plantea la cuestión de quién está frente al pintor y por qué se le retrata.
En cierto modo, el pato ridiculiza la cuestión del arte como objeto de alabanza y como fetiche estético de alto valor económico. Este elemento plantea la metáfora del vacío, un elemento industrial de plástico ligero que está hueco por dentro. Como icono que pertenece al imaginario colectivo, es fruto y medio del espectáculo que Guy Debord anunció en 1967 -La sociedad del espectáculo-.
El pato, como conocido icono pop, habla indirectamente de la sociedad de consumo, de lo público y, en definitiva, de la manipulación de unos sobre otros. Mi intención con la reiteración de esta figura es construir un símbolo. Es un trozo de plástico con la apariencia inocente de un pato sonriente. Y es precisamente esta apariencia y esta estética la que se consume en él, un icono idolatrado, que provoca una mirada pasiva sobre el mundo y contribuye a la falta de actitud crítica. El patito de goma es para mí el símbolo perfecto de nuestra sociedad, además tiene el formato de un juguete, que se regala a los niños para su deleite y evasión.
La imagen en sí misma es un instrumento peligroso o delicado. En términos de ilusión, la imagen tiene la cualidad de engañar al ojo, es el medio para la articulación de la representación y la ficción. Y el problema que se plantea de manera general en la sociedad contemporánea en relación con la imagen, ya sea en la publicidad, en los medios de comunicación o en la imagen producida en las redes sociales, es que esta ficción se consume y se objetiva como realidad y como verdad.
El pato, como objeto, se articula como reflejo de la sociedad contemporánea, de lo admirado -lo plástico, lo pop, lo industrial-, de lo que se impone y se acepta ciegamente. El pato, en definitiva, es un símbolo de la construcción de la apariencia, donde la imagen se utiliza como medio de manipulación.
El retrato ecuestre y la “des-representación” del pato de goma
Durante el proceso de trabajo sobre el pato, quise introducir en él un elemento extraño, un caballo, en referencia a la figura del retrato ecuestre, una figura muy reiterada a lo largo de los años en la tradición de la pintura de retrato, una imagen comúnmente asociada a reyes y generales, y que en muchas ocasiones ha sido representada desde la idealización más extravagante, símbolo inequívoco de grandeza y poder.
De hecho, la asociación de esta figura con el elemento del pato sirve para ironizar sobre el «retratado» y el arte puesto al servicio del poder y de las élites, así como para ironizar sobre la monumentalidad de la representación.
El retrato ecuestre solía asociarse a la idealización de un personaje, partiendo de una imagen que caía fácilmente en la pretenciosidad. Era una imagen cuyo filtro de ilusión era comparable al fenómeno de exhibición que se produce en las redes sociales, donde el individuo es retratado bajo una visión subjetiva e idealizada. Este es un aspecto que me parece interesante ya que genera una alineación entre el fenómeno de la imagen clásica y la imagen utilizada en la contemporaneidad, ambas bajo el concepto de apariencia.
Estas figuras equinas hacen una mención explícita del elemento retratado, en contraste con la forma en que se retrata al pato, lo que crea una ambivalencia en la representación. La combinación de estos dos elementos proporciona un nuevo extremo en el juego formal que se repite en la serie, con la forma vagando entre lo amorfo y la construcción explícita del detalle.
Utilizo el elemento del pato para articular la reflexión sobre la construcción de la ficción, donde lo representado aparece de un modo que no revela claramente lo representado, desestabilizando la veracidad de la imagen mostrada.