Carlos Pesudo

EL GUATEQUE - Solo Show 2024, Madrid. Galería Yusto Giner.

Cuando Ernest Hemingway escribió París era una fiesta en 1964, el autor pretendía recordar las mejores hazañas de su juventud en la capital francesa. «[…] En Europa bebíamos vino como algo tan saludable y normal como la comida, y también como un gran dispensador de alegría y bienestar y felicidad. Beber vino no era ni un esnobismo ni un signo de distinción ni un culto; Era tan natural como comer, (…)» El concepto de fiesta lo extendió el autor Enrique Vila-Matas con su autoficción París nunca termina (2000), en la que recuerda constantemente el libro de Hemingway. Vila-Matas en París era muy pobre y muy infeliz y, aunque perseguía constantemente la sombra del autor americano, que no le aportaba la felicidad y el estatus que había soñado, sí veía cómo la vida se detenía en las tertulias festivas que se producían. en esa ciudad que, de hecho, nunca termina.

Artículo de la revista Siroco . 2024.

Pesudo, artista plástico -que también juega con otros formatos como el vídeo o la instalación, además del medio propiamente pictórico-abstracto-, rebeldemente expresionista, tiene una propuesta humorística, centrada en la bonheur de vivre a la que aludía Henri Matisse. En el texto curatorial ya citado se expresa esta conjunción de fuerzas tragicómicas: «“El Guateque” es una selva expresionista que, sin máscara física, pero con el mejor de los disfraces, ejecuta en su unidad los roles y alter egos de todos los extraños de esta gran celebración, dejando a su paso un reguero de misterio y risas, como quien pasa de grupo en grupo en plena fiesta.»

Al respecto, Pesudo afirma que «esa conciliación entre la pintura y el carácter festivo de la exposición se da primero en el estudio. Y no tanto por una cuestión cómica, sino por la relación que se genera entre el partido y el proceso. La expo habla de una fiesta, un escenario en el que sabes de dónde partes, pero no adónde vas ni cómo vas a terminar. (…). Es un viaje hacia lo desconocido y lo inesperado. (…) Esta metáfora da lugar a una materialización algo más irónica, con figuras abstractas que adoptan actitudes danzarias y títulos que intentan desublimar la cuestión de la pintura, que parecen trivializar las escenas en un juego de “representación” cuyo La lógica no lo hace, simplemente se entiende. La obra se convierte en carnaval, (…)» Además, “El Guateque” puede concebirse como una instalación: la sobriedad de las piezas pictóricas dialoga con «las lámparas antiguas pintadas de colores, con bombillas que cambian secuencialmente de color. (…) objetos exageradamente horteras, elementos festivos y ornamentados, pura expresión de lo intrascendente, del “brilli-brilli”.»

Lo sutil es parte de la visión estética que proyecta Pesudo; ligero y esencial en su formalidad, directo y crudo en su significado. «La sutileza ha sido un pilar fundamental en el desarrollo y evolución de mi trabajo. (…)

En muchas ocasiones, para terminar un cuadro, he sentido que tenía que abandonar la pintura en su sentido más puro, para dar lugar a un juego de manchas, formas o elementos que no son más que soluciones estéticas, casi decorativas, ruidos que acompañan. , pero al mismo tiempo confunde la cuestión más verdadera y esencial de la obra», nos dice el artista.


Artículo de la revista Siroco . 2024

EL GUATEQUE


El mejor lugar para tener una epifanía artística es, sin duda, la sinestesia atmosférica de una buena fiesta.
Nada más embriagador y sugerente que unos cuantos conocidos y desconocidos en un mismo entorno, unidos por el maravilloso síndrome del divertimento.

Luz intermedia, música, con maridaje o sin él, esta ruptura de la normalidad genera en nosotros una predisposición al placer, alegría
inmediata y colectiva en un mismo entorno social. Ambrosía de los dioses para los espíritus creativos.

Carlos Pesudo decide en “El Guateque” nombrar como musa, toda la energía que rodea estos encuentros, siendo consciente de que fuera del hábito rutinario, el desenfoque, genera un nuevo enfoque.

En este conjunto de obras encontramos una suerte de pirotecnia plástica donde las aparentes formas orgánicas se transmutan en el último segundo para dar vida a una narrativa abstracta, impulsiva y feroz.
Seguimos bailando fuera del embriagador oxígeno festivo pero en el proceso del estudio, el baile es diferente. No hay tragedia sin goze y no hay
“Guateque” sin oscuridad.

Los estados sensitivos y los pensamientos recurrentes se edulcoran en un ritual supersticioso, atravesando una y otra vez su propia tela de araña en
busca de alcanzar la fuerza superior de la creación.

Desde las sombras chinescas y no desde la sombra que no tiene luz, las dudas buscan aciertos. Demasiadas vidas en ese último trazo, demasiados
minutos previos a ese gesto.

Este proceso repleto de sensaciones y actos está marcado por un espíritu escapista que ante la posibilidad de generar certeza en las formas, juega
con la ambigüedad, partiendo de la esencia pero difuminando todo rastro de lo obvio.

Como los pasos de un baile que no llegamos a recordar, nuestro ojo percibe familiar esta abstracción rítmica. En esta falsa ilusión óptica vemos
aparecer su mundo, una pequeña jungla silvestre interior, llena de recuerdos y fragmentos vitales que ahora son frames desdibujados a trazos.

Encontramos la sonrisa de la luna saltando a capricho de cuadro en cuadro iluminando cada pieza con su broma. Los insectos agitan sus alas en un
eterno “efecto mariposa” que circula durante el día y la noche mientras la naturaleza baila.
“El Guateque” es una jungla expresionista que sin máscara física pero con el mejor de los disfraces, ejecuta en su unidad los roles y alter egos de
todos los desconocidos de esta gran celebración, dejando a su paso una estela de misterio y carcajadas como quien pasa de grupo en grupo en
medio de una fiesta.

Como el recuerdo difuso de una gran noche, magnético y provocador, así es la plástica del descontrol.

Victoria Rivers